lunes, 2 de noviembre de 2015

Una de nadadores

¡Ah! Qué gusto por el sermón, por esa comunicación unidireccional que no admite réplica y generalmente ocurre en los templos y en la plaza pública: ustedes escuchadme, ponedme atención, os revelaré la verdad de mi experiencia, tomadla como la buena nueva.

Viernes 30 de octubre, ciudad de Chihuahua, a propósito de una reunión de autoridades municipales. El presidente Enrique Peña Nieto iluminaría con su palabra, sus coloquialismos, a los alcaldes del país. Un cuento sobre la colaboración trinitaria entre niveles de gobierno para realizar el bien de la seguridad pública. Chihuahua a modo de ejemplo, donde el gobierno federal, estatal y los gobiernos municipales que conforman el Estado Grande de México, en acción concertada han contenido al crimen y han mejorado la seguridad en la mencionada entidad. El retorno de la paz social tan celebrada en el pasado priísta e inexplicablemente perdida durante la empanización del PRI.

El cuento queda expuesto, una pieza de afirmación de cabo a rabo, que no se distrae en la consagración de los llamados datos duros, en su exposición diacrónica, serial, pulida, contundente. Es de obviarse, pues se está ante un sermón, “predica para la enseñanza de la buena doctrina, para la enmienda de los vicios, o en elogio de los buenos para la imitación de sus virtudes” (RAE) El sermón también es amonestación, reprensión. Y así fue el sermón de Peña Nieto, una vez que puso el ejemplo de los buenos se dio paso al regaño de los alcaldes congregados a manera de siervos: “lo que no se vale, lo que no es admisible para el orden, particularmente municipal, es evadir la tarea, pretextando no tener suficientes recursos, no tener suficientes capacidades y a veces hasta nadar de  muertito”

Con que bases se afirma o se da por cierto el supuesto de que los alcaldes ante la inseguridad pública nadan de muertito. Podrá ser que algunos alcaldes estén orgánicamente asociados a la delincuencia (el emblemático municipio de Iguala) pero lo creíble es que se desentienden por su propia seguridad, la famosa frase “copelas o cuello”. Pero no sólo los munícipes, acaso a los gobernadores no se les podría impostar, sin demostrar, que nadan de muertito. O no sabe Peña Nieto, o no le han informado los espías de cadenas de oración, que tiene colaboradores en el sector agrario, en el agropecuario y en el de medio ambiente, quienes trabajan en el campo y nadan de muertito ante lo que saben sobre la delincuencia organizada. Si no levantan denuncia es por su propia seguridad. Algunos podrán ser corruptos, cuestión de probar, pero me parece que hay servidores públicos, en cualquier nivel de gobierno, que nadan de muertito porque el Estado incumple con brindarles seguridad, a ellos y sus familias. Los servideros públicos de a pie no cuentan con un estado mayor que los proteja día y noche.


El tema de la seguridad no da para coloquialismos que frivolizan este gran problema nacional, ni se combate con sermones, pues si a esas estamos, ya en febrero de 2016 vendrá a México el papa Francisco, sermoneador entre los sermoneadores. No se sabe si Jorge Bergoglio nos visitará en caracterización de humilde franciscano o de perdona vidas de los legionarios, eso sí, vendrá con toda la astucia de los miembros de la Compañía. 

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