¡Ah! Qué gusto por el sermón, por
esa comunicación unidireccional que no admite réplica y generalmente ocurre en
los templos y en la plaza pública: ustedes escuchadme, ponedme atención, os
revelaré la verdad de mi experiencia, tomadla como la buena nueva.
Viernes 30 de octubre, ciudad de
Chihuahua, a propósito de una reunión de autoridades municipales. El presidente
Enrique Peña Nieto iluminaría con su palabra, sus coloquialismos, a los
alcaldes del país. Un cuento sobre la colaboración trinitaria entre niveles de
gobierno para realizar el bien de la seguridad pública. Chihuahua a modo de
ejemplo, donde el gobierno federal, estatal y los gobiernos municipales que
conforman el Estado Grande de México, en acción concertada han contenido al crimen
y han mejorado la seguridad en la mencionada entidad. El retorno de la paz
social tan celebrada en el pasado priísta e inexplicablemente perdida durante
la empanización del PRI.
El cuento queda expuesto, una
pieza de afirmación de cabo a rabo, que no se distrae en la consagración de los
llamados datos duros, en su exposición diacrónica, serial, pulida, contundente.
Es de obviarse, pues se está ante un sermón, “predica para la enseñanza de la buena
doctrina, para la enmienda de los vicios, o en elogio de los buenos para la
imitación de sus virtudes” (RAE) El sermón también es amonestación, reprensión.
Y así fue el sermón de Peña Nieto, una vez que puso el ejemplo de los buenos se
dio paso al regaño de los alcaldes congregados a manera de siervos: “lo que no
se vale, lo que no es admisible para el orden, particularmente municipal, es
evadir la tarea, pretextando no tener suficientes recursos, no tener
suficientes capacidades y a veces hasta nadar de muertito”
Con que bases se afirma o se da
por cierto el supuesto de que los alcaldes ante la inseguridad pública nadan de
muertito. Podrá ser que algunos alcaldes estén orgánicamente asociados a la
delincuencia (el emblemático municipio de Iguala) pero lo creíble es que se
desentienden por su propia seguridad, la famosa frase “copelas o cuello”. Pero
no sólo los munícipes, acaso a los gobernadores no se les podría impostar, sin
demostrar, que nadan de muertito. O no sabe Peña Nieto, o no le han informado
los espías de cadenas de oración, que tiene colaboradores en el sector agrario,
en el agropecuario y en el de medio ambiente, quienes trabajan en el campo y
nadan de muertito ante lo que saben sobre la delincuencia organizada. Si no
levantan denuncia es por su propia seguridad. Algunos podrán ser corruptos,
cuestión de probar, pero me parece que hay servidores públicos, en cualquier
nivel de gobierno, que nadan de muertito porque el Estado incumple con
brindarles seguridad, a ellos y sus familias. Los servideros públicos de a pie
no cuentan con un estado mayor que los proteja día y noche.
El tema de la seguridad no da
para coloquialismos que frivolizan este gran problema nacional, ni se combate
con sermones, pues si a esas estamos, ya en febrero de 2016 vendrá a México el
papa Francisco, sermoneador entre los sermoneadores. No se sabe si Jorge
Bergoglio nos visitará en caracterización de humilde franciscano o de perdona
vidas de los legionarios, eso sí, vendrá con toda la astucia de los miembros de
la Compañía.
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