lunes, 26 de octubre de 2015

Manuel, Odile, Patricia*

Tres emergencias literalmente huracanadas se han vivido en el actual sexenio, con distinto nivel de desastre y letalidad.

El 23 de septiembre de 2013 entró por la costa del estado de Guerrero el huracán Manuel, éste trajo decenas de muertos, heridos y desaparecidos, miles de evacuados y de viviendas afectadas. Del Puerto de Acapulco a La Montaña un factor común de desastre: asentamientos humanos establecidos en zona de riesgo. Lo de Acapulco se pudo evitar, pero por culpa de las inmobiliarias y las autoridades municipales no fue así; En otro caso, como el de La Pintada, por desconocer los riesgos el pueblo no lo previó y se lo llevó una avalancha de tierra reblandecida por la lluvia; en otra versión lo fueron los asentamientos irregulares de comunidades pobres. Durante éste meteoro se acusó lentitud de parte de las autoridades, lo que más se vio mal fue la irresponsabilidad del entonces gobernador, Ángel Aguirre Rivero, quien ese día andaba cenando con sus cuates.

Un año después, el 14 de septiembre de 2014, Odile ya no encontró dormido al gobierno, hasta cierto punto. Este huracán entró por Los Cabos, en Baja California Sur. El gobierno se movió rápido para desalojar una zona de constante flujo de visitantes, nacionales y extranjeros, de ese destino vacacional. No obstante, Odile será recordado por los destrozos que hizo a la red de cableado eléctrico y por el saqueo de centros comerciales por parte de la población.

Recién, en la segunda mitad del mes de octubre de 2015, satelitalmente se avistó el huracán más grande y rápido que haya tocado el Pacífico mexicano. Del tamaño de los pronósticos fueron las previsiones. Ya preparadas para lo peor, las autoridades y la población en el radio de afectación se sincronizaron, actuaron en el mismo sentido para atender la emergencia. Esto según el relato oficial, no dispongo de datos precisos sobre los daños materiales, por cuanto se refiere a pérdidas de vidas humanas y heridos el daño, si ello hubo, fue mínimo, en contra del pronóstico fatal.

El ojo del huracán Patricia vio, miró muy bien su paso, no entró directamente a Bahía de Banderas, a la conurbación entre Puerto Vallarta y Nuevo Vallarta, tampoco pasó por el Puerto de Manzanillo. La naturaleza engañó a la NASA. Patricia entró por la llamada Costa Alegre de Jalisco, técnicamente el impacto fue absorbido por los ecosistemas costero y serrano, éste último compuesto por algunos volcanes inactivos.

Si queremos tener claro que pasó no es suficiente preguntarle a los físicos y a los ingenieros, hay que preguntarle a los investigadores de la Estación Biológica de la UNAM establecida en Chamela, Jalisco. Es posible que aquí no se haya dado la conjunción de desarrollismo con pobreza. Mi hipótesis es que Patricia no pegó donde se asientan megadesarrollos inmobiliarios y turísticos, tampoco chocó con una masa forestal previamente devastada por la tala ilegal. Lo que nos explica la nula letalidad del meteoro es la atingencia de políticas ambientales establecidas con anterioridad, a través de la conservación en las Áreas Naturales Protegidas y de medidas de protección a los bosques. Dichas políticas no tienen que ver con siglas partidistas, incluyendo a la impostura llamada Partido Verde.

Es importante destacar que las políticas ambientales en México están condenadas en aras de convocar a las inversiones. Ya a fines del sexenio pasado, después de una consistente política de promulgación de áreas protegidas, se desincorporó del régimen de protección parte del Sistema Arrecifal Veracruzano. En la presente administración, para mal, se recategorizó el Nevado de Toluca.


Es de tener claro, a la naturaleza no se le engaña.
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* Dicen que el huracán Patricia, con todo y su tamaño y velocidad de asombrosa admiración, al tocar tierras mexicanas se deprimió nada más de ver tantas desigualdades e injusticias.

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