Se han fijado en la actuación de
las autoridades frente a la amenaza del ciclón Raymond. Muy otra, el desgano
burocrático se ha despejado. Eso parece, una golondrina no hace verano. Ahora
así, el énfasis y la atención corresponden a lo que debe ser el servicio
público. Si esta actuación estuviera en todas las actividades y procedimientos
de la autoridad de este país, sensiblemente, sería otro. Lástima que, por
diversas razones, el servicio público resulte deficiente respecto a lo que se
espera de él.
Cierto, no todo el servicio público se
puede poner en el cajón de la deficiencia. Es evidente que la modernidad, en
forma de nueva legislación y/o tecnologías de la información implantados, no
han hecho un mejor servicio público, me refiero a aquel al que está obligado la
autoridad.
El deterioro se ha incrementado
de manera acelerada desde el gobierno de Vicente Fox y la inercia alcanza al
actual. Desde la alta burocracia funciona la correa de la recomendación, no
precisamente tiene que ser mala si está adherida a principios. Si la alteridad
y la integridad están ausentes desde la alta burocracia entonces el interés
personal, particular del servidor público, se impone sobre el interés público.
Se trata de un territorio casi inamovible y es la mayor la debilidad de muchos
gobiernos, aquí y en otras latitudes.
Alteridad supone tener presente
el interés, la necesidad o circunstancia del otro, de quien recurre al apoyo
del servicio público, sin truques (votos) ni intercambios indebidos (sobornos).
Integridad, calidad de íntegro, supone
la disposición de no sacar ventaja de la posición burocrática.
Son principios que casi no
funcionan en las burocracias, las normas sociales fundadas en la costumbre,
incluso en el mercado (la moda) sólo consideran la alteridad y a veces la
integridad en casos de emergencia: un incendio, una inundación, un sismo. Fuera
de esta situación límite no se les requiere.
Lo que se ha extendido como
epidemia es la sicopatología del narcisismo en la casta burocrática, sin hacer
distingo de partido, rompen reglas por convicción, desatienden con pasión los
procedimientos y sólo se mueven por instrucciones de arriba, un ejemplo de esto
último es la modificación del estatuto del ayer Parque Nacional del Nevado de
Toluca.
Esa es la tragedia de la mayoría
de los gobiernos de hoy en día.
Tanta energía por mover a México y no hay
capacidad para hacer una burocracia funcional al real servicio de la ciudadanía.
Esa burocracia donde encalla toda reforma, incluyendo a las cardenistas. La burocracia, el
enemigo interno de Peña Nieto, cuando ya suficiente tiene con la rebelión hacia
el caos que ha desatado el proceso reformador.
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