martes, 22 de octubre de 2013

Alteridad e integridad


Se han fijado en la actuación de las autoridades frente a la amenaza del ciclón Raymond. Muy otra, el desgano burocrático se ha despejado. Eso parece, una golondrina no hace verano. Ahora así, el énfasis y la atención corresponden a lo que debe ser el servicio público. Si esta actuación estuviera en todas las actividades y procedimientos de la autoridad de este país, sensiblemente, sería otro. Lástima que, por diversas razones, el servicio público resulte deficiente respecto a lo que se espera de él.

Cierto, no todo el servicio público se puede poner en el cajón de la deficiencia. Es evidente que la modernidad, en forma de nueva legislación y/o tecnologías de la información implantados, no han hecho un mejor servicio público, me refiero a aquel al que está obligado la autoridad.

El deterioro se ha incrementado de manera acelerada desde el gobierno de Vicente Fox y la inercia alcanza al actual. Desde la alta burocracia funciona la correa de la recomendación, no precisamente tiene que ser mala si está adherida a principios. Si la alteridad y la integridad están ausentes desde la alta burocracia entonces el interés personal, particular del servidor público, se impone sobre el interés público. Se trata de un territorio casi inamovible y es la mayor la debilidad de muchos gobiernos, aquí y en otras latitudes.

Alteridad supone tener presente el interés, la necesidad o circunstancia del otro, de quien recurre al apoyo del servicio público, sin truques (votos) ni intercambios indebidos (sobornos).

Integridad, calidad de íntegro, supone la disposición de no sacar ventaja de la posición burocrática.

Son principios que casi no funcionan en las burocracias, las normas sociales fundadas en la costumbre, incluso en el mercado (la moda) sólo consideran la alteridad y a veces la integridad en casos de emergencia: un incendio, una inundación, un sismo. Fuera de esta situación límite no se les requiere.
Lo que se ha extendido como epidemia es la sicopatología del narcisismo en la casta burocrática, sin hacer distingo de partido, rompen reglas por convicción, desatienden con pasión los procedimientos y sólo se mueven por instrucciones de arriba, un ejemplo de esto último es la modificación del estatuto del ayer Parque Nacional del Nevado de Toluca.

Esa es la tragedia de la mayoría de los gobiernos de hoy en día.
Tanta energía por mover a México y no hay capacidad para hacer una burocracia funcional al real servicio de la ciudadanía. Esa burocracia donde encalla toda reforma, incluyendo a las cardenistas. La burocracia, el enemigo interno de Peña Nieto, cuando ya suficiente tiene con la rebelión hacia el caos que ha desatado el proceso reformador.

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