martes, 23 de julio de 2013

Libre y asociado


Regresa uno de la paz de la provincia y los discursos políticos, la opinión en los medios al respecto, no toda, y dan ganas de regresarse. La tranquilidad del pueblo de pescadores ha quedado atrás. De nuevo la andanada de promesas sin advertir consecuencias. La falta de respeto a la inteligencia de los ciudadanos es total. Que ahora sí vamos a gozar. Ya lo dijo Tite Curet a través de Trina Medina, “cambian los gobiernos, cambian las modas y sigue la misma situación”. Esa tremendísima composición, El lamento de Concepción.

Es la misma pieza, la misma tonada de los últimos treinta años que Viviane Forrester llamó el horror económico (1996) No trae otra música el gobierno.

Desde la década de los 80’ del siglo pasado, las élites mexicanas han dado un giro de 180° en relación al nacionalismo heredado de la revolución mexicana de 1910. En tres décadas se ha transformada lo identidad de un país, su sentido de soberanía.

En materia económica ya no hay mayor interés por la autosuficiencia, por producir lo que la población necesita. En materia de seguridad ésta se encuentra cada día más subordinada a las directrices de seguridad emitidas por los Estados Unidos.

En la diacronía de entre siglos, del XX al XXI, el sector energético ha estado en la mira de la inversión privada, con los nuevos anuncios de reforma se espera desmontar el último bastión del nacionalismo económico mexicano: PEMEX. Y no es que esté bien la situación actual de esa empresa, pero no garantiza mejoría su reforma. Los ejemplos de otras reformas lo demuestran, las grandes desigualdades que marcan el rostro del país siguen ahí.

Hay prisa, se apuran las falacias del darwinismo económico imperante. La reflexión literalmente se ha vuelto utópica, es decir, no tiene lugar. El Partido Revolucionario Institucional se ha desprendido de su historia y acepta su derrota cultural ante el vecino del norte. Más mercado menos Estado, en los bueyes de mi compadre, claro está.

Por previsión, bien hará el gobierno por hacer una evaluación de la serie de reformas ocurridas en México: desde la reprivatización de la banca, sobre la tenencia de la tierra, las pensiones y así, hasta nuestros días. Hacer un acopio de la serie de indicadores que nos muestren la película, la fotografía de las encuestas ya dieron de sí. El comportamiento del PIB, el empleo, la desigualdad, la criminalidad y todos los datos pertinentes para apreciar con nitidez el antes y el después. Tener visualizados los errores cometidos y actuar en consecuencia, así se pondría como la madre de todas las reformas el combate a la corrupción.

Dejar los clichés de las reformas de gran “calado”, las que México “necesita” y en la dirección “correcta” (Vaya limitación en el uso del castellano) En una de esas y para la próxima década, nuestras élites perezosas y glamorosas optan por integrar a México como Estado Libre y Asociado de la Unión Americana. Qué tanto es tantito.

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