Regresa uno de la paz de la
provincia y los discursos políticos, la opinión en los medios al respecto, no
toda, y dan ganas de regresarse. La tranquilidad del pueblo de pescadores ha
quedado atrás. De nuevo la andanada de promesas sin advertir consecuencias. La
falta de respeto a la inteligencia de los ciudadanos es total. Que ahora sí
vamos a gozar. Ya lo dijo Tite Curet a través de Trina Medina, “cambian los
gobiernos, cambian las modas y sigue la misma situación”. Esa tremendísima
composición, El lamento de Concepción.
Es la misma pieza, la misma
tonada de los últimos treinta años que Viviane Forrester llamó el horror
económico (1996) No trae otra música el gobierno.
Desde la década de los 80’ del
siglo pasado, las élites mexicanas han dado un giro de 180° en relación al
nacionalismo heredado de la revolución mexicana de 1910. En tres décadas se ha
transformada lo identidad de un país, su sentido de soberanía.
En materia económica ya no hay
mayor interés por la autosuficiencia, por producir lo que la población
necesita. En materia de seguridad ésta se encuentra cada día más subordinada a
las directrices de seguridad emitidas por los Estados Unidos.
En la diacronía de entre siglos,
del XX al XXI, el sector energético ha estado en la mira de la inversión
privada, con los nuevos anuncios de reforma se espera desmontar el último
bastión del nacionalismo económico mexicano: PEMEX. Y no es que esté bien la
situación actual de esa empresa, pero no garantiza mejoría su reforma. Los
ejemplos de otras reformas lo demuestran, las grandes desigualdades que marcan
el rostro del país siguen ahí.
Hay prisa, se apuran las falacias
del darwinismo económico imperante. La reflexión literalmente se ha vuelto
utópica, es decir, no tiene lugar. El Partido Revolucionario Institucional se
ha desprendido de su historia y acepta su derrota cultural ante el vecino del
norte. Más mercado menos Estado, en los bueyes de mi compadre, claro está.
Por previsión, bien hará el
gobierno por hacer una evaluación de la serie de reformas ocurridas en México:
desde la reprivatización de la banca, sobre la tenencia de la tierra, las
pensiones y así, hasta nuestros días. Hacer un acopio de la serie de indicadores que
nos muestren la película, la fotografía de las encuestas ya dieron de sí. El comportamiento del PIB, el empleo, la desigualdad,
la criminalidad y todos los datos pertinentes para apreciar con nitidez el
antes y el después. Tener visualizados los errores cometidos y actuar en
consecuencia, así se pondría como la madre de todas las reformas el combate a
la corrupción.
Dejar los clichés de las reformas
de gran “calado”, las que México “necesita” y en la dirección “correcta” (Vaya limitación
en el uso del castellano) En una de esas y para la próxima década, nuestras
élites perezosas y glamorosas optan por integrar a México como Estado Libre y Asociado
de la Unión Americana. Qué tanto es tantito.
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