lunes, 14 de enero de 2013

Bienvenidos a la realidad


 
México ha pasado, no ha salido, de una atmósfera de crispación, la cual se gestó desde el  abandonó del nacionalismo revolucionario, de ahí la instrumentación autoritaria del liberalismo económico, la democratización de los procesos electorales, la insurgencia de Los Altos de Chiapas, el advenimiento del gobierno dividido, la alternancia por la derecha, el fortalecimiento de los poderes fácticos. Todo ello, en proceso, ha llevado al regreso del Partido Revolucionario Institucional a retomar la conducción del poder ejecutivo federal. Un regreso para un país que ha cambiado, en el que las voces de la sociedad, no todas, se escuchan si no con claridad sí con desparpajo. Si no se escuchan con claridad no es porque no haya condiciones para una mejor exposición de demandas, simplemente, no siempre se expresan los intereses que quedan bajo cubierta.
El hecho es que esta realidad sucinta y fragmentariamente descrita le toca gobernar a Enrique Peña Nieto. Frente a ella es evidente un estilo de gobernar que difiere de sus antecesores inmediatos. El Presidente atiende a sus adversarios, a sus opositores, como colaboradores potenciales. El Pacto por México y la publicación de la Ley de Víctimas son ejemplo de ese estilo personal. Esta actuación no supone el Estado de Guerra, la condena al pasado o la invención de chivos expiatorios, solamente es la base para abordar la pacificación del país.
Para ello se persiste en un modelo económico que no ha rendido como para que la estabilidad macroeconómica se refleje en el bolsillo en el bolsillo de los mexicanos. En esa complicación se cuenta con dos políticas por establecer, la reforma fiscal y la rendición de cuentas. Con una se deberían suprimir los privilegios fiscales de los que más ganan, con la otra hacer frontal el combate a la corrupción. Estas dos definiciones afectan intereses, someterlos con la ley en la mano es el reto del nuevo gobierno.
Otro aspecto con el que tendrá que batallar Peña Nieto es la realidad de que su grupo –gabinete legal y ampliado- no es un grupo homogéneo, no todos han seguido la ruta crítica al poder junto con el mexiquense, o lo han hecho desde la incondicionalidad del pago de favores o  se encumbraron por el reparto de cuotas. Hay un segmento fuera del foco mediático que sienten el regreso a Los Pinos como un retorno al punto temporal en el que los marginó la alternancia. Llegan sin hacer propuesta sobre la materia de su encargo, eso sí, con una nube de guaruras y con el ánimo de cambiarle a la gente hasta su manera de andar por asuntos nimios como la vestimenta y los objetos personales de escritorio.
Lo dicho, bienvenidos a la realidad.

   

 

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