Durante el régimen de la
Revolución Mexicana, la fórmula para gobernar se fundó en la construcción de
los derechos sociales. Una fórmula en que la mayoría de la ciudadanía estaba de
acuerdo y aunque ello representará merma del pluralismo político y libertad de
expresión, lo cual se entendía con una democracia electoral controlada por un
partido hegemónico, tolerando un déficit de justicia. Dicho esquema pudo
navegar en un ambiente mundial dominado por la Guerra Fría, donde claramente la
propiedad privada y el mercado asumían como aceptables la intervención y las
regulaciones gubernamentales. Un orden de estabilidad política y crecimiento
económico.
Para bien, entendiendo que los
cambios son para mejorar, los valores del régimen comenzaron a modificarse en
el último cuarto del siglo XX, aunque no del todo sus prácticas. Se decretó al
libre comercio como rector de nuestro destino, por encima de la nación, la
revolución y la constitución. La competitividad, lo que ello quiera significar,
fue el santo y seña para desmontar la arquitectura de la legislación mexicana.
Roto el orden mundial bipolar, el pragmatismo aconsejó convertirnos en aliados
incondicionales de los Estados Unidos y hacernos sentir que su modelo de vida
ya era nuestro, en tanto socios del TLC, avanzada de la economía de mercado en
su momento.
La simultánea derrota y
asimilación cultural, refrendada por la alternancia a favor de la derecha en el
año dosmil, beneficiaron a una minoría a la que nada le estimulaba el
nacionalismo y el estatismo, minoría que había alcanzado la otra orilla donde
sienta sus reales el mundo desarrollado. Un desprendimiento de sus antecedentes,
a lo que despectivamente llaman populachero, les aportó un gozo especial ¡Ya la
hicimos! A pesar de que la injusticia crecía a la vista de todos.
A sus treinta años el modelo
dominante empieza a dar signo de cansancio, un modelo de mercado que es
contrario, por su funcionamiento, al pleno empleo y a la jubilación
garantizada, donde los derechos sociales son obstáculo, aunado a una desigualmente
extrema distribución de la riqueza que inhibe la realización total del
consumismo y se recrea cínicamente en un darwinismo social refractario a desempeñarse
con empatía. En un mundo así, el liderazgo del mercado es el encumbramiento de
sociópatas que tienen su emulación más terrible en el crimen organizado.
Este es el país a cuyo mando
estará Enrique Peña Nieto, un país convulsionado donde la ruta de la
conciliación no es fácil pues los poderes fácticos no son obedientes a la
autoridad y ya les gustó manotear. Lo expongo no sólo por los exabruptos de
Elba Esther Gordillo durante el congreso extraordinario del sindicato de
maestros, el SNTE, o la resistencia de los sindicatos a la democratización.
Sino por la rebeldía del sector empresarial a todo lo que sea regulación. Un
botón de muestra al respecto: el día de hoy apareció un desplegado dirigido al Ejecutivo y
al Legislativo, cuya leyenda principal dice así “LA SCT NO RESOLVIÓ EL PROBLEMA
DE LA SEGURIDAD VIAL, PERO SÍ GENERARÁ ALTOS COSTOS PARA LOS CONSUMIDORES”
De qué trata el asunto, de las
restricciones que dispuso la Secretaría de Comunicaciones y Transportes al
transporte de doble remolque tras una serie de accidentes fatales que se dieron
este año. Los empresarios del ramo arguyen que con las medidas no se ha
mejorado la seguridad vial, se ha incrementado el costo anualizado en 28 mil
millones de pesos por la prestación de este servicio solamente por el
incremento de los fletes. ¡Ah! También se ha afectado la competitividad de
México. Lo que no dice el dirigente de la Asociación Nacional del Transporte
Privado es qué han hecho sus agremiados para autorregularse y mejorar la
seguridad vial. No hacen nada porque no va de acuerdo con la competitividad y
les importa un bledo la pérdida de vidas.
Y con estos bueyes hay que arar.
Pero los desplegados pocos los
leen, los leemos. El conflicto educativo en Michoacán es más apropiado para descalificar a quienes se encuentran en desventaja social. Es muy posible que la gente esté mejor desinformada por lo
que ocurre en Michoacán y sus Normales Rurales. Que si los estudiantes son unos
revoltosos que no quieren clases de inglés e informática, que sí es un
movimiento manipulado como ha ocurrido siempre. Superficialidad y
descalificación hacen la información sobre lo sucedido en ese estado de la
república. Cuando la modernidad nos debería de proveer de información muy
completa sobre el caso. Lo que ocurre en Michoacán es un ensayo de lo que puede
recibir Peña Nieto a nivel nacional. Este país, para despegar, no puede
atenerse a la prescripción global de la competitividad, tiene que organizar sus
recursos para conciliar lo que está de por sí demasiado dividido.
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