Con el tono agresivo que ha
adoptado la campaña electoral en curso, es probable que se esté invitando
indirectamente a comulgar con el abstencionismo al sector de los indecisos,
incluso a quienes tenían pensado ir a votar. Muy a su pesar, el IFE no
encuentra elementos para que la contienda por la presidencia se mantenga dentro
de los cauces de la civilidad. El incendio se está formando y no se ve al
bombero, pero pirómanos abundan.
Empecemos por el lado del partido
oficial, Acción Nacional. El presidente Calderón ya decidió incorporar de lleno
a expertos en guerra sucia pues Antonio Solá requiere de guías que se ajusten
perfectamente a la política sucia del PAN y sobre la cual Roberto Gil es un
bisoño. Ya están en pie de guerra el cuñado y el baterista. Qué elenco.
Pero esa no es la parte central
de la campaña, es más, por sí misma la campaña panista está muerta si queda en
manos de la candidata Josefina. Es el gobierno federal, quien a través de la
PGR, está dando los mazazos directos al proceso electoral. Primero se fue en
contra de militares, ahora se va en contra de ex gobernadores. El objetivo es
claro, desbarrancar primero a Peña Nieto y enseguida anular a López Obrador.
Primero el uno y después el dos, en ese orden. Al gobierno de Calderón le ha
caído de perlas la movilización estudiantil, pues esta ya se constituyó en una
fuerza disruptiva del proceso electoral que en un momento dado puede generar
las condiciones para su cancelación.
Por su parte, López Obrador hábilmente
ha sabido pasarles de trasmano su plataforma a los estudiantes. El lucra con el
movimiento, falta ver si asoma la cabeza si ocurriere una tragedia. La
experiencia nos dice que juntar la movilización de la inconformidad estudiantil
con la sucesión es una combinación explosiva. Al mismo tiempo el Tabasqueño ha
dado un paso en falso, poner la honestidad otra vez dentro de la agenda
electoral. El tema para nada es malo, qué bueno que sea parte del debate y la
confrontación pacífica. Lo malo es que precisamente en ese tema donde ya le
empezaron a tundir a López Obrador y él no se maneja bien, para empezar, por lo
general omite la expresión transparencia y rendición de cuentas. No le gusta,
quién sabe por qué. No es algo nuevo. En resumidas cuentas AMLO ya hizo su
apuesta maximalista: Yo o nadie.
Peña Nieto, el acosado, ya no se
limita a administrar su ventaja pues también le tunden a su imagen y ha salido
a contestar, lo que quería evitar. Cierto que sigue haciendo sus decálogos,
pero los trancazos ya no se pueden evitar, el juego es destruir al otro, en
parte, pues el Mexiquense ha decidido apoyarse en un esquema de alianza que es
la suma de contradicciones en cuanto a posturas ideológicas se trata. Todo se
vale en aras del voto útil para ganar ¿Le servirá para gobernar?
Así las cosas, hay justificaciones
para no ir a votar. No importa quién gane, hay un sector nada despreciable de
la ciudadanía que no quiere ser parte del pleito que es lo que están
proponiendo los partidos en campaña.
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