miércoles, 18 de abril de 2012

Leer las encuestas, leer la realidad



No es lo mismo. Una encuesta, se ha dicho hasta la saciedad, es la fotografía del momento. La realidad es lo constante, serial, la tendencia, la conjunción de vectores, lo publicitado, lo no dicho, lo minimizado, lo enfatizado, la unidad de lo diverso, para acabar pronto.

Los medios viven en la tentativa de ofrecernos la realidad totalizadora mediante migajas informativas, metonimias que suplantan el bosque. En las campañas electorales por el poder político esta cualidad se expande. La saturación se impone, la indiferencia resiste en buena parte de la población, los llamados indecisos y abstencionistas rebautizados como “anulistas”.

Encuestas y medios han hecho una mancuerna para orientar las preferencias, el partido político como tal, pertenece a un modelo de comunicación superado y se subordina a las tecnologías. No obstante, el partido que mejor haga contacto con la realidad, incluida la ciudadanía, estará con una ventaja superior.

Es penoso ver políticos que no hacen contacto con la realidad, se pierden en escaramuzas ideológicas o se atrincheran en sus intereses personales. Muestra de ello la acaba de dar, para vergüenza de México y el Mundo, Felipe Calderón. Eso de meterse en el diferendo entre España y Argentina sobre la expropiación en tránsito de la filial de Repsol YPF, la cual opera la explotación de petróleo en el mencionado país conosureño. Para resumir, atacando las expropiaciones y detractando la decisión soberana de un Estado, el de la República Argentina, Felipe Calderón demostró su desprecio por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que juró cumplir y hacer cumplir. Se puso al servicio del Estado español y de una de sus empresas, ignorando su propia Constitución, la de los mexicanos. Es un ejemplo de cómo un político pierde contacto con la realidad. Y más, es indicio de traición a la patria.

Bien, terminada esta digresión, vuelvo al punto. Más allá de lo que digan las encuestas y la aplanadora de las corporaciones mediáticas, se disparan mecanismos de comunicación entre la gente, los ciudadanos, que encuentran en sus condiciones actuales de existencia y en coincidencia con el proceso electoral en curso, la oportunidad para expresar su inconformidad. Cuando no se da la coincidencia con lo electoral simplemente ocurren rebeliones, como la llamada Primavera Árabe desencadenada en 2010. O la propia experiencia del Frente Democrático Nacional en 1988 liderado por el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas.

Cada uno de los candidatos a la Presidencia tiene su manera de leer la realidad y hacer contacto con ella.

Josefina Vázquez Mota no se ha despegado hacia arriba de las encuestas, pero si del suelo. Extraviada desde el inicio oficial de las campañas, ha requerido la asistencia de Felipe Calderón y su equipo. Chepina está recibiendo respiración de boca a boca de Calderón. Mientras no haga un esfuerzo más allá de lo realizado, su llegada a la Presidencia sólo se entendería por métodos espurios como lo hizo quien hoy aspira a suceder.

Gabriel Quadri no se complica, millones de pesos, no de votos, le dejará el circo electoral. Ése es su contacto. Por eso habla despreocupadamente y no ve contradicción alguna entre ser “ambientalista” y promotor del neoliberalismo de manera simultánea.

La competencia se va perfilando entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Dos maneras de conectarse. Con la sociedad del espectáculo o con la sociedad de los inconformes, según sea el caso. Son contingentes que se intersectan, más bien quedan mezclados. Con uno se ven jóvenes y mujeres identificados más con el carisma del candidato que con la propuesta histórica del Partido Revolucionario Institucional y las luchas de las que se dice heredero, ensombrecida ¿nulificada? por la reiterada complacencia hacia las prescripciones del mercado y el disimulo ante el protagonismo de la iglesia católica; con el otro tenemos referencias directas hacia los estudiantes, los pobres, los miembros de la tercera edad. Los indignados, la gente que sobra en un obtuso sentido del funcionamiento capitalista.

¿Qué lectura de la realidad prevalecerá el primero de julio?


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