Al gobierno le gustaría que la población en general paladeara las cifras que él cocina, los llamados datos duros que por definición se deben entender como inconmovibles. Al gobierno le gustaría que la gente no se deprimiera y saliera a comprar autos, casas y durables, pues con seis mil pesos al mes es suficiente. Pero la realidad no está hecha sólo de los datos duros de la macroeconomía seleccionados a modo, sino de los datos duros del ingreso de las familias.
Al gobierno le gustaría convencer a la ciudadanía de su cantaleta antipopulista de las finanzas públicas sanas que tanto han pontificado y de un día para otro, sin más, decretan subsidios antes aborrecidos. El discurso no es consistente, se acomoda a la coyuntura sin revisar públicamente los desaciertos. El gobierno quiere lo imposible, presumir sus logros. Pero sí puede electoreramente repartir dinero por decreto.
Si no se ven los logros se debe a varias causas, empezando por la falta de profesionalismo para ejercer el gasto público con eficiencia que impide la realización de logros. Se debe también a la propia prioridad de su guerra en contra del crimen organizado, eje de gobierno confidencialmente anticipado y confiado al ex embajador de los Estado Unidos en México, Tony Garza, por parte del mismo Felipe Calderón (WikiLeaks).
De una guerra que ahora se le quiere lucha pero no deja de mantener contenidos de guerra. La guerra está hecha de bajas –muertos- que día a día hay que contar por decenas, de derroche de recursos presupuestales para un objetivo que técnicamente es inalcanzable, de intervencionismo extranjero que aplaude y regaña, de violencia que tiene cierto parecido con la guerra cristera, de miedo y odio que envenenan los sentimientos de la nación, de proyectos de vida truncados, de eso se va llenando el barril sin fondo de la guerra. Sin lugar para la alegría, ésos contenidos son consustanciales a la guerra, constituyen su definición. La alegría, por su parte, es el gran ausente de esta guerra que en los hechos desacredita la publicidad triunfalista del gobierno, las arengas grandilocuentes que pregonan un México de fantasía que no es visible a los mexicanos de a pie.
Necios mexicanos que no ven el México de fantasía. No lo ven porque se les oculta la riqueza de las arcas públicas, su potencial para brindar desarrollo sin pobreza, cuya llave dispone el secretario de Hacienda y por órdenes de su jefe decide a quién dispensarla. Erario público con derecho de picaporte para los oficiales mayores de las secretarías. Es la alta burocracia la que está en condiciones de disfrutar el México de fantasía, para comprar ranchitos o departamentos cotizados en dólares. Como en toda guerra, también hay corrupción y le es ajena la transparencia.
Al gobierno le gustaría que la sociedad hiciera suya la guerra al crimen organizado como una saga de heroísmo y valentía, ahí donde la sociedad sólo se admira de la depravación en la que han caído las instituciones con la finalidad de conservar el poder para el grupo que tiene en sus manos la conducción del Estado ¿O, alguien ha visto una constante movilización de la sociedad para apoyar a Calderón y sus allegados?
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