lunes, 28 de junio de 2010

Duelo



No conocí, como muchos, a Rodolfo Torre Cantú, malogrado candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas. Ello me exime de hablar aquí sobre su vida pública y privada, de una semblanza. Lo menciono porque su asesinato por la mañana de hoy confirma el temor advertido, que la violencia alcanzara la disputa política. Se ha dejado correr la sangre como si la autoridad fuera estatua de sal. Como en este país la mayoría de los asesinatos no son atendidos por una investigación puntual, todo se vale.

Adoptando la lectura que no sigue la letra, tampoco el hecho concreto, sino que se remite directo al contexto (Contextualizar ha pedido Fernando Gómez Mont a los medios) Este asesinato es suceso legible al calce del contexto de la vida nacional.

El contexto se compone, simplificando no sin disculparme antes con Umberto Eco, por el conjunto de acontecimientos que acompañan al texto escrito ¿Cuáles son esos acontecimientos en el caso del México actual?

La no contención de la ilegalidad en los procesos electorales. Por sobre los elogios sobre nuestro sistema electoral el desvío de la ley sigue siendo decisivo. Sigue siendo incierto el veredicto ciudadano.

La ampliación de la desigualdad social. Por sobre los baños de pureza librecambista el mercado no se ha mostrado como un mecanismo que deje contentos a todos con el reparto de la riqueza.

La inseguridad que se ha extendido desde el momento en el que se disminuyó la intervención del Estado. Ahora se lamentan del deterioro del tejido social, pero no se preguntan qué lo sostenía.

La liberación de los poderes fácticos. La iglesia, el ejército y los empresarios están desatados (No se incluyen a los trabajadores porque ellos siguen sometidos) Estos poderes se han puesto por encima de la autoridad civil.

El deterioro de la educación, cuyo engranaje sirve para apoyar causas electorales pero no hace mejores ciudadanos.

El descontrol de la información del Estado que se subordina a las disputas en el gabinete de seguridad, a incidir en los procesos electorales, a las sugerencias de Washington, a la publicidad estupidizante que no distingue entre la comida chatarra, las bebidas o los servicios bancarios y los símbolos nacionales.

La utilización de eventos deportivos para encubrir la falta de legitimidad de las decisiones políticas (recordar a Hítler o a Rafael Videla) El futbol es el elemento conspicuo de esta afirmación y concluye el contexto que quiero sobresaltar. En el futbol se ha querido sublimar las carencias de todo el país, exigiéndole a un equipo que juegue bien, cargue la bandera nacional y haga sándwiches al mismo tiempo. Las tres cosas no se pueden hacer al mismo tiempo.

Ése es el contexto.

Estamos de duelo, con la esperanza de que pronto estaremos de revuelo con un país mejor.

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