lunes, 24 de marzo de 2008

Desestabilización

Semana non santa ha tenido el Partido de la Revolución Democrática. Sus elecciones internas realizadas el domingo 16 de marzo, una vez más, han sido motivo de escándalo. Pero en el ambiente se ha formado la caja de resonancia que le ha dado una exposición exagerada en los medios. Una ferocidad diazordacista que omite la referencia. En 1968, hablar de la conjura comunista como el ingrediente promotor de la revuelta estudiantil servía de pantalla para ocultar el origen de la protesta: la falta de democracia. Hoy, el recurrente cochinero perredista ha sido el pretexto para que pierda visibilidad el descrédito de Juan Camilo Mouriño, secretario en Gobernación. También se aprovecha el burro para evadir un verdadero debate sobre la reforma energética, pues el gobierno ya tiene una decisión tomada: ir tras el tesoro escondido.

El gobierno carece de operadores políticos para remontar la adversidad que le impuso López Obrador con dos señalamientos: el tráfico de influencias en el que incurrió Mouriño, por un lado, por el otro, la redefinición de los beneficiarios de la renta petrolera que implica la reforma energética. La presidencia patito ha puesto en jaque al Presidente Constitucional.

Es sabido que el gobierno ha decidido un combate sangriento al crimen organizado. Es del dominio público el efecto de la desaceleración de la economía norteamericana. Por sí mismos estos hechos no son la fuente de la desestabilización en curso, tampoco la legitimidad de origen del actual gobierno federal. El origen está en la operación política que privilegia la resta sobre la suma. Ya desde la unción de Germán Martínez Cázares como líder nacional del PAN se liquidó la representación de las familias panistas que eran dueñas de ese partido. Hoy, Germán representa a Felipe Calderón y el PAN quedó escriturado a nombre del michoacano. En enero, con los cambios en el gabinete, Calderón cerró el círculo y volvió a restar. El equipo compacto tenía una misión asignada: la reforma energética.

Las decisiones tomadas, a la usanza autoritaria, han sido el mejor regalo que se le ha hecho a un político que se creía en desgracia. Hoy López Obrador ha resucitado y se ha convertido en líder de la posición extrema que permitirá la realización de una reforma energética transparente. Él ha decidido los términos al poner en el centro del debate el tema de la renta petrolera. Con todos los recursos públicos disponibles a su disposición, el presidente Calderón ha sido incapaz de plantear y conducir el debate energético. Lo insultante de su actitud es que ha sustituido la presentación de un proyecto a debate por la emisión machacona de un spot que trivializa la reforma que se busca. Todavía peor es el contentillo de su principal argumento: PEMEX es técnicamente incapaz para aprovechar la riqueza petrolera, como declarar la incompetencia técnica del país en su conjunto y resignarnos al rol de país productor de materias primas. Si realmente México no tiene capacidad técnica para administrar su riqueza es como aceptar la no viabilidad como país. Que lo digan abiertamente y ya se verá si se mantienen el Poder.

No se atreven a exponer con claridad como se reparte al día de hoy la renta petrolera: gobierno federal, estados, contratistas (incluyendo políticos), sindicato. Y como quedaría la renta mentada de abrirse, sin restricciones, la participación del pastel.

Eso sí, al desestabilización del PRD es ya un fallido elemento distractor. El gobierno, antes que la tienda de enfrente, debe rendir cuentas. Que el gobierno no apueste a la desestabilización para conseguir sus propósitos. Lo sucedido en la elección de delegados del D.F. en el Partido Alternativa es un ominoso signo de cómo la deliberación civilizada puede ser anulada por la operación de grupos de choque.

Lo que venga para el país es responsabilidad de Felipe Calderón.
NB. El viernes pasado no circulamos, sirva este lunes de reparación.

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