martes, 10 de abril de 2007

¿Quién gobierna México?

En 1982, todavía existía la percepción, convicción, simplificación de que México era gobernado por el Presidente y su partido con la Constitución como guía. Así más o menos lo postuló el autollamado último presidente de la Revolución Mexicana, José López Portillo. Varios lustros después, mucha agua ha corrido bajo el puente del mismo río. No existe el partido hegemónico con sus pilares corporativos. En los noventas los empresarios han tomado un rol decisivo en el rumbo de México. A principios del siglo que corre, el actor eclesiástico adquirió un papel de opinión obligada en la formación de la política pública. La figura de los políticos ha perdido vigor.

La infante administración calderonista ha llamado al Ejército para que sea parte del elenco destacado en la lucha contra la delincuencia organizada. Esto último no es original, el Ejército ha tenido momentos de estelaridad. De 1958 a 1976, por dar el fechado más próximo, los militares tuvieron su protagonismo en la sofocación de movimientos sociales, en la lucha contra la insurgencia armada y el combate al narcotráfico. Con el inicio de la serie sucesiva de reformas políticas iniciada en 1977, el papel de los militares se hizo discreto en la no menos importante función de atención de desastres. La ciudadanización, la democratización y la ampliación de las libertades lo llevaron a la adopción de un bajo perfil. Hoy el Ejército es llamado a la escena por la presencia del actor indeseado, el crimen organizado. La autoridad lo ha reconocido, el narcotráfico controla porciones del territorio nacional.

Todo esto lleva a considerar el confinamiento temporal de los partidos de acuerdo a las coyunturas electorales y su dificultad para constituirse partido – gobierno. Es con las corporaciones con las que se gobierna. De paso, también se opaca el ímpetu ciudadanizador que impulsó la sustitución del arreglo priísta. Los factores reales de poder regresan con fuerza, el corporativismo se afianza. El sistema permanece, en su espiral recursiva, sólo recambia las salidas para la satisfacción de demandas. ¿Es este un arreglo duradero? Así parece. La medida de su duración será su capacidad para modificar radicalmente la constelación de país instituida desde la Colonia sobre dos ejes: la desigualdad y la corrupción. Es esa constelación la que ha sobrevivido a los grandes movimientos fundacionales de la historia de México y es el verdadero reto del gobernante en México, la medida de su fracaso reiterado.

Es en esa perspectiva que poco hay que esperar del cambio como un cambio de leyes, las llamadas reformas estructurales, o del cambio de los gobernantes como el representado por la alternancia, si no se plantea la complejidad del cambio cultural. No se pone en el centro del debate el cambio cultural, debate al que las élites le dan la vuelta, pues es precisamente afirmando la desigualdad y asumiendo la corrupción como éstas se han perpetuado.

Todo esto hace bizantina la disquisición sobre quién gobierna México, si no se responde para quién se gobierna. Las cifras arrojadas por la Auditoria Superior de la Federación sobre las cuentas de la administración de Fox es una desagradable, por oprobiosa, respuesta a la cuestión del para quién. Esa es la disyuntiva del gobernante, entre la amnesia que recicla lo ya vivido y un futuro realmente diferente, una nueva constelación de país.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi estimado Jorge

Excelente artículo. Te felicito.

Una atenta propuetsa; así como nos deleitas con artículos de coyuntura. Y ahora abordas temas de fondo, puedes tratar, cómo ves a cada unos de los Partidos. Ya lo hiciste haces días con el PAN, ahora te falta pri y prd.

saludos

Fernando

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