La nueva administración del gobierno federal ha entrado a una fase de responsabilización en la que la atención de los asuntos públicos, la mayoría de ellos, concurren en el presidente de la república. Otros poderes públicos se sitúan en la penumbra, expresión de subdesarrollo político que desfigura la ilusión de un nuevo orden político. Pero lo realmente revolucionario del panorama nacional es el vertiginoso desplazamiento horizontal de la información que otorga al ciudadano capacidades para estar mejor informado y apreciar el engaño con mayor sagacidad.
Mover una hoja de papel tiene consecuencias insospechadas. Lo que se dice y lo que se hace es observado por un núcleo más grande de ciudadanos, lo que no implica una mayor productividad en cuanto a la generación de bienes y servicios públicos de parte del gobierno - esa es otra tarea por desarrollar. Por el contrario, se puede producir chatarra en forma de parálisis del quehacer gubernamental si el mensaje se desgasta en la formación de imagen o se deriva hacia el escándalo que azolvan la comunicación hacia los gobernados.
Por ejemplo, la información surtida sobre las acciones desplegadas en contra de la delincuencia organizada ha bajado en su intensidad: de la espectacularidad vista en Michoacán se pasó a un claroscuro tijuanense, para después adoptar el más bajo perfil en Acapulco. El parte de guerra se suspendió, lo que no quiere decir que no haya novedades, sólo que no se comunican como en el primer operativo. Se puede tratar de oportuno sigilo para no descarrilar la acción, ya sea porque ponga sobre aviso a los delincuentes, por el daño al prestigio de las localidades involucradas o por el descubrimiento de realidades que vinculen al narcotráfico con personajes de la política y el mundo empresarial y no se tiene la capacidad para procesar estas realidades.
Otro caso es el ya comentado incremento al precio de las tortillas, exhibido desde una doble posición o cierta ambigüedad gubernamental, sobre los límites entra la liberalización del mercado y la intervención regulatoria del estado sobre el mercado. Para la mayoría de la audiencia nacional, la decisión de adelantar la liberación sin atenuantes del precio de la tortilla fue garrafal y la rectificación planteada por la Presidencia es coyuntural y sin reversión, pues en el fondo persiste la convicción de que el mercado dará la salida a estabilizar el precio de esta mercancía que es componente principal de la dieta de los mexicanos.
Es este doble sentido que florece de manera natural, si es que no se trata de una intención de mantener artificiosamente la agenda presidencial en lo alto del interés de la opinión pública, que exige de la mayor atención del equipo gobernante. Tal vez esta necesidad de reproducir los contenidos positivos y desvanecer malos entendidos llevó al estreno de las conferencias de prensa a cargo del propio titular del Ejecutivo federal el pasado domingo 14 de diciembre. Iniciando con una protesta en contra de la patrulla fronteriza de los Estados Unidos por el asesinato de un paisano en la frontera, la alocución se traslado a enumerar las acciones del gobierno en sus primeros 45 días de ejercicio. Todo lo dicho quedó condensado en una afirmación que todavía no echa raíces: "Hoy en México tenemos más tranquilidad y certidumbre que al inicio de mi mandato.”
Al día siguiente, ante la Convención Nacional de Industriales, el mensaje alentador del Presidente dio un giro notable queriendo ser previsor, afirmando que debido a circunstancias internacionales de los mercados, estas serán adversas a lo largo de 2007. Dando a entender que el curso de la economía mundial no se apiadaba de la tranquilidad y la certidumbre interna que apenas el día domingo se había emblematizado como un logro. Amenaza del exterior a la presumida certidumbre y tranquilidad de mexicana aldea. Aliento y desaliento.
Certidumbre y tranquilidad que, para cuando sean realidades relativamente percibidas por una mayoría, no tendrán que ser proclamadas. Su visualización hablará por sí misma cuando, por ejemplo, el presidente Calderón se reúna con Marcelo Ebrard para definir la agenda de colaboración dentro de los próximos seis años. Cuando el mismo Presidente tenga mayor contacto espontáneo con la población y todos podamos salir de casa sin las precauciones del miedo.
Mover una hoja de papel tiene consecuencias insospechadas. Lo que se dice y lo que se hace es observado por un núcleo más grande de ciudadanos, lo que no implica una mayor productividad en cuanto a la generación de bienes y servicios públicos de parte del gobierno - esa es otra tarea por desarrollar. Por el contrario, se puede producir chatarra en forma de parálisis del quehacer gubernamental si el mensaje se desgasta en la formación de imagen o se deriva hacia el escándalo que azolvan la comunicación hacia los gobernados.
Por ejemplo, la información surtida sobre las acciones desplegadas en contra de la delincuencia organizada ha bajado en su intensidad: de la espectacularidad vista en Michoacán se pasó a un claroscuro tijuanense, para después adoptar el más bajo perfil en Acapulco. El parte de guerra se suspendió, lo que no quiere decir que no haya novedades, sólo que no se comunican como en el primer operativo. Se puede tratar de oportuno sigilo para no descarrilar la acción, ya sea porque ponga sobre aviso a los delincuentes, por el daño al prestigio de las localidades involucradas o por el descubrimiento de realidades que vinculen al narcotráfico con personajes de la política y el mundo empresarial y no se tiene la capacidad para procesar estas realidades.
Otro caso es el ya comentado incremento al precio de las tortillas, exhibido desde una doble posición o cierta ambigüedad gubernamental, sobre los límites entra la liberalización del mercado y la intervención regulatoria del estado sobre el mercado. Para la mayoría de la audiencia nacional, la decisión de adelantar la liberación sin atenuantes del precio de la tortilla fue garrafal y la rectificación planteada por la Presidencia es coyuntural y sin reversión, pues en el fondo persiste la convicción de que el mercado dará la salida a estabilizar el precio de esta mercancía que es componente principal de la dieta de los mexicanos.
Es este doble sentido que florece de manera natural, si es que no se trata de una intención de mantener artificiosamente la agenda presidencial en lo alto del interés de la opinión pública, que exige de la mayor atención del equipo gobernante. Tal vez esta necesidad de reproducir los contenidos positivos y desvanecer malos entendidos llevó al estreno de las conferencias de prensa a cargo del propio titular del Ejecutivo federal el pasado domingo 14 de diciembre. Iniciando con una protesta en contra de la patrulla fronteriza de los Estados Unidos por el asesinato de un paisano en la frontera, la alocución se traslado a enumerar las acciones del gobierno en sus primeros 45 días de ejercicio. Todo lo dicho quedó condensado en una afirmación que todavía no echa raíces: "Hoy en México tenemos más tranquilidad y certidumbre que al inicio de mi mandato.”
Al día siguiente, ante la Convención Nacional de Industriales, el mensaje alentador del Presidente dio un giro notable queriendo ser previsor, afirmando que debido a circunstancias internacionales de los mercados, estas serán adversas a lo largo de 2007. Dando a entender que el curso de la economía mundial no se apiadaba de la tranquilidad y la certidumbre interna que apenas el día domingo se había emblematizado como un logro. Amenaza del exterior a la presumida certidumbre y tranquilidad de mexicana aldea. Aliento y desaliento.
Certidumbre y tranquilidad que, para cuando sean realidades relativamente percibidas por una mayoría, no tendrán que ser proclamadas. Su visualización hablará por sí misma cuando, por ejemplo, el presidente Calderón se reúna con Marcelo Ebrard para definir la agenda de colaboración dentro de los próximos seis años. Cuando el mismo Presidente tenga mayor contacto espontáneo con la población y todos podamos salir de casa sin las precauciones del miedo.
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